Coco Run Meets The North Face ENDURANCE Challenge

Viernes Santo, un día antes de la carrera.

Acto 3: sólo sentí que algo me cayó del cielo… no sabía si estaba bien o mal, me fui de lado y me agarré la cabeza (“…porque es muy duro pasar, el Niágara en bicicleta…” aaaahhhhhhh…qué lindo cuando esto me sale así de espontáneo) y grité durísimo “Reeeeeeey!!!!” El grito -después me di cuenta que era como para oírme y saber que todavía estaba ahí. Rey, que va dos metros adelante, se vuelve, pone cara de loco y me dice que me quite la gorra. Yo solo me acordé de la vez que choqué con un poste de “Pare” corriendo con Adriana y todo salió bien, no era una amateur en el tema. Le digo a Rey que sigamos pero me dice que estoy sangrando, que posiblemente me tienen que suturar (lindo término) y que nos devolvamos caminando. Llorando le digo que puedo correr. Nada me dolía pero de camino iba testiando la vista, el balance, la fuerza, el posible desmayo, que no me escurriera el chorro de sangre por la frente (porque ojos que no ven, corazón que no siente)…

Llegamos a El Mangroove con mi gorra blanca teñidita de un rojo lavado. No hubo necesidad de sutura, solo un lavado con agua oxigenada para los aproximadamente 5 cms de corte no profundo en el lado izquierdo de la cabeza.

¿Con qué choqué? No sé. ¿Cómo no lo vi? No sé. No, sí sé. Rey me dijo que era una caja de acero en un poste a una altura lo suficientemente baja como para que esa parte de mi cabeza que está a casi un metro 70 se llevara el premio. ¿Por qué choqué? Porque venía cansada y estaba viendo a una güila jugar en la entrada de la casa.

Acto 2: el miércoles Santo, tres días antes de la carrera llegamos a El Mangroove (no es mangrove aunque está al lado de un manglar ….el nombre tiene una explicación larga pero cool). La habitación súper linda con una salita con hamaca. ¡Qué delicia las hamacas!

Rey se va a dormir una siesta y me acuesto en la hamaca pero decido que me voy a acostar más alto que unos minutos antes por lo que agarro más impulso y al estar la hamaca tan tilinte, me da una vuelta a una velocidad mayor combinado con el efecto catapulta y me estrella contra el piso. ¡Puta hamaca! No se qué nombre tiene este fenómeno en física.

Mi posición es de medio lado en el piso. Calculo que caí libremente desde una altura de 60 centímetros aproximadamente. En segundos me recupero del susto que me llevé, tengo el hombro golpeado pero me empiezo a reír…más me reí donde pensé en traer el celular para tomarme una foto en el piso y enseñarle a Rey pero levantarme implicaba quitarle todo el mérito espontáneo a tan aparatosa caída. “Accidental selfie”, se llamaría la obra. Parecía un cuerpo en la escena del crimen.

Todos los huesos en orden pero con un ardor en la rodilla izquierda que no tenía nombre. Investigo a fondo y veo donde aparece el legítimo rugburn…¡cómo arde!

Acto 1: lunes de Semana Santa, cinco días antes de la carrera. En Ocotal, bajando las gradas de la casa, se me dobla la chancla (¡cochina chancla!) del pie derecho, hago una especie de posición de ballet y aterrizo en punta pero con el dedo gordo doblado. Qué hijueputa dolor más grande. Por dicha y gracias a Dios venía bajando abrazada con Domenica y posiblemente eso impidió que cayera de cara. Ouch, ouch, ouch era lo único que podía decir. El dolor en la garganta y ganas de vomitar. Nadie me creyó. Domenica ya está en una edad en que es compasiva con uno y solo me sostenía y me decía con cara de lástima que porqué hacía tan raro. En Father Rooster sabiamente pido hielo y los saloneros muy amables me traen una Ziplock salvadora, llena.

Toda la gama de los morados, verdes y azules fue lo que siguió en los días posteriores a tan aparatosa semi caída. Una semana más adelante en visita a Jaime por otra dolencia causada por mala posición al dormir me diagnosticaría con un esguince que empezaba a formar parte del pasado. Gracias a todos los presentes ese día por no creerme: Georgina y Reynaldo Ariel.

Todavía no puedo doblar el dedo del todo pero los tennis de correr le hacen como un colchoncito y en cuanto me los pongo, el dedo ahí se queda quietecito. Durante los squats y otros ejercicios de los ochentas también hay molestia pero vamos bien. Gracias por preguntar.

Acto Final. C-Day mejor conocido como Carrera Day.

Sábado de madrugada. Ooooooootra vez 1:30 a.m. (para los que todavía recuerdan con gran cariño y admiración el relato de la maratón de Chicago) voy soplada para el baño. Para la próxima voy a tener que echarme un pep talk como el que le eché a Constantina cuando me dijo que lo que ella siente cuando compite en equitación es una emoción tan grande que no la puede controlar y se convierte en nervios…o algo parecido. Esas historias divinas de Constantina.

4:30 a.m. al baño de nuevo. Cosa que no pudo hacer Reynaldo Ariel.

En mi caso, ligera para correr como gacela. Yeah, right.

La típica pregunta a esas horas: ¿quién me mete en esto?

La respuesta es fácil, no tiene nada de filosofía: Reynaldo Ariel.

Una vez más, parece ser la tónica en mí no ir lo suficientemente entrenada. Entonces creo que ahí es donde aflora la nervia. Me prometí entrenar para la próxima.

5:30 a.m. arrancan los 21 k del Coco. El temido Coco Run. Estoy bromeando, no es temido. Amigos televidentes, en realidad son 21.8k

No lloro a la salida pero tengo ganas. Qué sonch.

Trato de no salir apresurada. Solo pienso: “¿qué es este calor?” También pienso que no fue un buen choice la camiseta que me puse, me quedaba como talladona en la cadera. ¿Qué es que ahora hacen todo tan ajustado?! ¡No se puede respirar bien y meter la panza a la vez! No importa, así me fui. Que la foto saliera como fuera.

¡Púchica cuesta del Coco! ¡Es eteeeeeeeeeerna!

8:45 hras (sí, leyeron bien, se me hizo como si fueran horas) más tarde, cuando empezamos a bajar, noto que Rey viene contestándome lo justo y necesario. Yo sé que no le gusta hablar mientras corre pero iba más calladito de lo normal.

Yo por mi parte voy agradeciéndole al staff de la carrera, rayando amablemente a los competidores y motivándolos porque hoy en un artículo que leí todo estuvo claro para mi: “The best way to cheer yourself is to cheer somebody else up.” Años de hacerlo para los demás y no sabía que en realidad era para mí.

Mi típico: “eeesoooo…” a todo el que veía. En fin, como toda la corredora social que soy. Si uno no es rápido, busca otro nicho. El nicho de la simpatía.

Al empezar a bajar, le rayamos a una Patilarga (con mayúscula porque es un personaje recurrente) y por alguna razón se ofende, apreta y pone el turbo. Tanto así que Rey me hizo cara de oookeeeeeei.

Bajamos la cuesta y más adelante en el plano vienen los primeros de la carrera ya de regreso. Unos mounstruos. Cosas que uno no puede ni pensar.

Mi maravillosa mente empieza a fantasear y a pensar. Veo que no hay muchas mujeres y me imagino con un puesto en el podio…. ¡Qué maravillosa es la mente! Al menos la mía.

Ahora sí, nos adentramos en montaña. No, en realidad es una calle de lastre. Mucho lastre. El Monkey Trail, sólo eso, el Monkey Trail. Ni un solo mono.

Lastre, lastre y lastre. Rico correr sobre lastre.

Amigos, le rayo a la Patilarga y siento una satisfacción que trato de disimular y ser humilde. Me voy cuidando las espaldas. Tanto así que hay evidencia en una foto donde vengo viendo para atrás. Más cuidadosa esta vez. Ojo con las ramas. Ojo con cajas de acero a casi un metro 70 o menos. Ojo con postes.

Es bueno ir atrás para medir al e-ne-mi-go pero también dicen que es bueno ir adelante para sentir el miedo que lo viene majando a uno.

Le rayamos a varias mujeres. Hoy en día en los puestos donde entregan el paquete al corredor, se pueden estampar letras. La de mi compañera de camiseta rosada o verde fosforescente (el color no está claro en mi memoria) estaba con su nombre. La veo cansada y la quiero motivar: “¡Eso Rooooo!!” Sólo decía “Ro”. Tampoco soy confianzuda. Posiblemente Roxana, Rosaura, Rosemary, Rosalía…

Dice Galliano que es mi estrategia para hacerlas mierda. Me hizo reír. Ustedes me conocen. Soy buena gente. Pero no con la Patilarga.

“Mmmjjjj” pienso yo: “como que llevo algún tipo de delantera, vi pocas mujeres en la salida, esto es mío…al menos el bronce…”. ¡Qué ilusión sería eso!

Como en el kilómetro 18 Rey venía con una de las caritas de los Emoji, la que tiene la boca en picos y los ojos fruncidos. A veces ponía otra carita, la que enseña los dientes con la boca ovalada-alargada.

Ah, pero no quiso ir al baño en el matorral. No quiso ir en el Monkey Trail de puro lastre con full potrero.

Todos mis comentarios, preguntas y dudas eran respondidos con un “no” o un “sí”…el peor era el “no sé” con tono desesperado. Decido hablarme a mí misma, en mi mente, y no incomodar a la pareja.

A las 7:00 a.m. con aquel sol de Guanacaste me llueve una regañada porque vengo tomando mucha agua, le digo que vengo deshidratada y me responde en un tono de vos fuerte que NADIE se deshidrata en 2 horas. Me quedo 1m atrás y decido tomarme todo lo que me encuentro. ¡Qué me importa! Disimulo y hago que me lo estoy echando encima para refrescarme.

La carrera se termina corriendo al lado de la playa. ¿Cómo no, si es el Coco Run?!

Llego triunfante. Acalorada pero triunfante.

Me quiero tomar todo el Powerade (patrocinador oficial de tan estimable carrera). Todo el Powerade azul. Sí, ese me quita la sed. No el rojo, el azul.

Rey busca un baño pero no quiere ir.

Siempre que puedo me meto al mar porque es lo mejor que hay para después de la corrida. Esto me lo enseñó don Ricardo. ¿Se acuerda en Guiones? Sí, lo mío es como los polos en ropa con el mar hasta el cuello, en este caso hasta media pierna porque no llevaba ropa para cambiarme.

El tiempo era clave para Rey por lo que decido renunciar a la terapia marítima después de unos minutos. Tampoco es que el mar de esa parte del Coco me provoque quedarme flotando.

Siento una leve inquietud por ir a preguntar por los resultados pero Rey está urgido. Además, Anastasia, ¡qué pecado! ¿Para qué quiere esperar los resultados? Nuevamente, la mente me hablaba y quería boicotearme el podio.

Llegamos a El Mangroove a desayunar como si hubiéramos hecho una ultra.

Nos tiramos al sol y de inmediato a postiar mis fotos de la carrera en el Feis. Si no, ¿para qué es el Feis?!

Acto seguido, una de las organizadoras de la carrera me pone en mi post de la foto: “Ganaste tu categoría. Es en serio”.

Frase célebre.

Con eso no se vacila.

Es un tema muy delicado para molestar a alguien. Sería un daño irreparable si no fuera cierto. Pero escojo creerle. Se me nubla la vista. No, no es una secuela del golpe con la caja de cables.

¡Yo sabía que había hecho un esfuerzo! Yo no vi tanta vieja corriendo. Yo le pasé a varias. No todas las de 43 son perseverantes. Mi hunch era correcto.

Todo mi esfuerzo se vió reflejado en esa victoria…¡jaja! ¡mentira!

Acto seguido pienso: ¡ME PERDI SUBIR AL PODIO!!!!!! Todo porque Rey no se tomó nuestro Yogi-Tea-Soothing-Mint-Get-Regular. Era imperdonable. Sólo pensaba: ¿Cuándo volveré a tener esa oportunidad? ¿Será que hay certificado escrito? Si no hay uno por escrito ¿me lo harán? ¿La foto? No voy a tener foto de ese momento. Bueno, no importa, gané y eso queda en mi corazón. No, sí importa, pero está bien…. El siguiente pensamiento es: “¡tengo que llamar a las chiquitas YA para decirles!!!!!” Siempre me preguntan en qué lugar quedé. Esta vez les iba a decir que había obtenido el primer lugar de mi categoría, con esguinse en dedo gordo del pie, rugburn severo en rodilla izquierda y contusión en la región parietal del cráneo…

True Story.

Sábado 31 de mayo, 2014

Esta vez me dice Rey que no hacemos juntos la carrera de North Face porque él va a hacer la ultramaratón de 50 k y salimos a horas diferentes.

“Mejor” pienso yo, “porque si va a estar con el mismo humor por no ir al baño…” Love u!

Bueno, dejemos de lado el asunto del baño y el hecho de que Rey ahora es un ultramaratonista y opaca cualquier cosa. Dejemos de lado que estoy muy orgullosa de él porque como le dije: “you’ve come a long way baby”. Dejemos de lado que llegó muy entero, hablantín, amable, cordial –no olvidamos aquel ingrato espisodio en Florianópolis cuando al llegar a la meta en su primer IronMan me rechaza la bandera dominicana y quiere entrar solo a la meta… Dejemos de lado que amaneció casi como si nada si no hubiera sido por una ampolla que le ha deformado –aparentemente de por vida- el dedo gordo del pie. Dejemos de lado que es un deportista solidario –como debe ser pero no siempre pasa- con los demás atletas. En fin, vamos a dejar todo eso de lado. Él que les haga su historia.

Idas al baño en la madrugada, blah, blah, blah….Preguntas a mi misma en la madrugada…blah, blah, blah….La misma historia de mi vida antes de una carrera. Si quieren, pueden ir al relato anterior e ilustrar con los mismos párrafos, todo fue exactamente igual por lo que no los voy a hacer perder precioso tiempo de lectura.

4:30 a.m. empieza la aventura, el verdadero challenge porque me tengo que bañar con agua fría. Eso para mi, califica como tortura menor. Gracias Rincón de la Vieja Lodge.

Desayunamos al ritmo de Cocaine de Eric Clapton. No me entra nada en el desayuno.

Cómo no, yo estoy asesorada por los mejores: Galliano, Georgina y mi esposito. Días antes hay get togethers para intercambiar opiniones, recibir consejos, uno que otro tips (cuento del profe de cómputo, blah, blah, blah…), en fin un súper coaching (ahora que está tan de moda la palabrita).

Tomo lo que creo que me sirve de cada uno porque cada uno es bien diferente, lo que sí tienen en común los tres es una cabeza privilegiada. Una fortaleza de mente extraodinaria.

Esta vez sentí que Rey y Geor no estaban muy sincronizados en cuanto a su opinión del Challenge. Perdón, Endurance Challenge. Esa palabra Endurance era la que revelaba todo lo que había detrás. ¿Cómo no lo vi venir antes?

El año pasado ambos hicieron los 21 k pero al oírlos este año yo pensaba que cada uno había hecho una carrera diferente.

Los tres tuvieron discrepancias en cuanto a mi hidratación y a mi outfit.

Galia quien estaba muy atenta a la situación durante una cena, se me acercó y en voz baja tratando de que la mamá no la oyera me dijo: “tía si vas a terminar como Mami el año pasado, mejor no la hagás…”. “Mmmmjjjjj” pensé yo. Geor hizo un súper tiempo el año pasado pero llegó molida y parece que eso caló en Galita. Hasta Galita me lo había advertido. Qué visión la de la sobrina de 7 años…

6:30 a.m. sale Rey. Lo despido con lágrima disimulada en el ojo. Llorar es polada.

Rey me dice que mi carrera sale a las 7:30 a.m. PRIMERA discrepancia.

Por dicha no me fui lejos porque mi plan era irme a dormir al carro. ¿Se imaginan?

7:00 a.m. salimos los de 21 k.

“Qué calor” pienso yo otra vez. “Esta botellita de agua que me rinda como Dios manda” es lo otro que pienso.

“Llévese mi Camel” me dijo Geor.

“Con esa botella de 1 L. basta y sobra, hay hidratación cada 45 minutos” me dijo Rey.

Para mi no era un asunto de “poteito-potato”.

Insisto, trato de salir suave pero es taaaan difícil.

Salida en calle de lastre. Unicos 50 metros de lastre que iba a ver en las próximas 2 horas y 36 minutos.

Rey me había dicho que esta carrera era como el Coco Run. SEGUNDA discrepancia.

Nos adentramos en la montaña. “¿Por dónde nos llevan?” me pregunto yo.

El día anterior Rey me regala sus anteojos Mizuno XCZ4000WWW “bad ass look”. Me los pruebo, están cool pero me debería llevar los viejitos míos ya conocidos y probados en larga distancia. Con esa palabra me convence y salgo como Ultrasiete.

¡Jueputas anteojos!!! A los 85 metros ya iban empañados y no me dejaban ver bien. Diay, no los podía dejar en una rama y recogerlos más tarde. Aunque ya había hecho eso una vez y funcionó, esta vez eran los anteojos de Rey y ¡Dios guarde!

Póngale como una vieja en el súper con los anteojos sobre la gorra y pídale a Dios que no se caigan. Más tarde le pediría a Dios por cosas menos banales.

Mi compañera adelante viene como en equipo con otras dos. Velando por ellas y su bienestar. Lástima que viene con audífonos y viene hablando muy duro pero es simpática Tatiana.

Pasamos por un barreal de arenas movedizas y pienso que todavía no me quiero mojar los tennis, en que voy con Vaselina embarrada en todos los dedos en combinación con curitas (“¿porqué te ponés tantas curitas?!!” me preguntó Rey en la mañana con un tono que parecía el tono de no haber ido al baño) y no quiero que sin haber llegado al kilómetro 5 se me lave todo.

Una atleta que viene detrás mío a alta velocidad simple y sencillamente se abalanza al barreal, cae de frente con cara incluida, se levanta, se vuelve a esfondar hasta la rodilla y sigue. No hay necesidad de tanto chou.

Yo solo pensé que no quería salir a la calle de lastre tan embarrialada. ¡Qué infamia pensando en calle de lastre!

Tatiana le pregunta a sus pupilas: “¿Marcela, vas bien? ¿Te duele algo?” Marcela y Laura (nombres ficticios porque no me acuerdo de los reales) responden que todo en orden.

“A mi nadie me ha preguntado pero me duele todo” contesto yo muy igualada.

Entre carcajadas y comentarios, entablamos una amistad entrañable que duraría unos 20 minutos aproximadamente. Cruzamos dos ríos juntas, nos ayudamos a pasar entre piedras, nos agarramos de los bejucos, nos decíamos “¡ooopa!” cada vez que nos resbalábamos bajando. Un aura de compañerismo y solidaridad nos rodeaba. Qué complicidad. Qué alegría. Qué disfrute de la naturaleza.

Y la calle de lastre no aparecía.

Al rato le pregunto a Tatiana qué tiempo piensa hacer ella pero ¡oh, lástima! Por estar con los audífonos no oye mi pregunta –o se hace la loca. Me siento un poco tonta pero eso no me achicopala. Empiezo a bajar y tomo velocidad. Dejo a mis amigas del alma porque es hora de ponerle. Atrás quedaban unos momentos inolvidables.

Rey me había dicho que tenía que hacer menos de 2 horas y 30 minutos. Ese tiempo me carcomía la mente. Pero si el Coco Run lo había hecho en 2 horas, 15 minutos y Rey me había dicho que esto era como la del Coco… Ya entiendo a las gimnastas rusas y la presión que pone en ellas su entrenador.

Aquella vara era como subir, subir y subir gradas.

¡Miércoles! ¡Me golpeo en una piedra el dedo del esguince! “¡Oooooouch!” Se comporta bien y al rato todo vuelve a la normalidad. Si es que a esta carrera se le puede llamar normal.

Empiezo a pasarle a la gente que se va quedando atrás. Salir lento al principio tiene su recompensa más adelante. La salida lenta es agradecida.

Anteojos Mizuno XCZ4000WWW todavía en su lugar. Como toda una señora de súper que salió a su caminata diaria.

Tercer río. Inevitable mojarse hasta la rodilla. No importa. Confirmo que se hacen menos ampollas cuando no hay calle de lastre. Mal de muchos, consuelo de tontos: qué bueno que no hay lastre.

Me le pego a un grupito de camiseta rosada. Claro, era la camiseta de mujeres que dió North Face a los participantes. Buena calidad pero con mangas y eso me mata. Marca North Face, obvio. La dejo para entrenar en Bogotá.

Voy detrás del grupito, vienen a un buen ritmo. “Aquí me quedo” pensé yo y le dije a Yeimy “voy detrás suyo, si usté para, yo paro”. Así estampó el nombre en su camiseta, en letra plateada.

Las piernas pesan, cuesta levantarlas. Se enreda uno en las raíces. Salimos a un claro en el bosque. El sol pega. Pega fuerte. Igual no me pongo los Mizuno XCZ… Mucha cuesta. No, mucha cuesta no, tooooodo es una cuesta. ¡Puta! Empiezo a caminar porque la cuesta no me deja correr. Y cuando me veo, estoy subiendo lo que sería el equivalente a unas gradas de unos 30-40 centímetros. “No debo caminar” pero me acordé de una teoría sobre la que Rey me había hablado y camino. Le paso a la gente que sube corriendo las cuestas. “Gracias Dios por estas piernas largas a lo Naomi Campbell, a lo Giselle Bündchen” pienso yo. No pensé eso, solo subí. Y señoras y señores –aquí es donde oyen de fondo “Charriots of Fire” y me visualizan subiendo en cámara lenta como en “National Lampoons Vacation” cuando entran al parque- veo unas medias, una estatura conocida, un Camel conocido…. ¡Sí, era la Patilarga!!!!!!!!!!!! Viene respirando fuerte, caminando muy lento…Y le paso con una sonrisa de medio lado al mejor estilo Emoji. Ta, ta, ta, tan….. Muchas gracias.

Y si no era ella, qué importa. Digamos que era ella.

“Yo la jalé pero ahora le toca a usté jalarme” me dice Yeimy. Yeimy sólo llevaba una botella de agua Cristal con líquido anaranjado adentro. Me hizo pensar que uno lleva tanta tecnología encima y cosas tan caras y otros con mucho menos hacen mucho más. Felicidades a Nairo Quintana.

Corrimos y caminamos juntas del segundo al tercer puesto de asistencia. En el tercero se me quedó Yeimy. La busqué en la meta pero no la encontré. Sé que la terminó. Tono nostálgico al escribir.

17 o 17.5 k. Arrancando del último puesto de asistencia. “¿Cuándo putas termina esto?”

Después de esa paradita, el arranque dolía hasta en el alma. Veo el reloj porque pienso que voy a durar tres horas y sería una pelada con el “treiner”. ¿Cuándo en mi vida veía un reloj para ver tiempos? Hago un cálculo rápido –a lo que la mente me permite mientras subo la cuesta –y mi estimado arroja un tiempo de dos horas cuarenta. “Ah, no estaría nada mal si llego en ese tiempo” pero me parece como que faltan horas para llegar. Nótese mi nivel técnico con cálculos, estimados y la palabra “arroja”.

Antes o después del puesto de asistencia, no me acuerdo muy bien porque el esfuerzo causa lagunas mentales –otra vez los estoy vacilando- aparece un paisaje Macondesco -¡uno muy perdido! Bueno, para estar a tono en estos meses, hay que mencionar algo que tenga que ver con García Marquez, obvio. Sí, yo también me leí muchos de sus libros…El coronel no tiene quien le escriba, oooooooobvio 100 Años de soledad, Mis putas tristes, Ya no seas codependiente….

Ahora sí, iba solita. Es raro pero sentí que la cosa estaba tan dura que no podía pensar mucho. ¡Qué mantra ni qué nada! Traté de enfocarme en algo pero no fue fácil.

Aún así, cuando pude pensé en cada uno de ustedes y lo que les iba a escribir. En sus comentarios. En las animaladas. Me reía sola de sólo pensar en la narrativa. Por ejemplo, lo de Macondo nació a causa de una especie de páramo con todo quemado y un sol cabrón. Al menos eso fue lo que vi, no creo que me lo haya imaginado. Pensándolo bien, la mente estaba en ustedes.

Nuevamente, ánimo a los que van caminando muy lento y se ven hechos leña.

Me cuesta mucho correr porque nunca hay un plano. Estoy cansada. Extrañamente siento tranquilidad en saber que nadie me está pasando.

Me le pego a unas medias de compresión rojas. La chavala viene a buen ritmo y un paso de bastonera que ya en esos momentos me costaba mantener. Con un moño que le salía de la gorra (un moño, really?), aretitos, sin gota de sudor, ni media pelota de barro.

“Si seguimos con esta sombra yo sí llego” le comento tratando de entablar amistad y encontrar algún consuelo. ¡Qué necedad la mía con esa habladera! No hay respuesta hasta 40 segundos después. “Sí” con una risita de compromiso es lo único que me contesta. Salada porque igual me le pegué.

Camino, corro, camino, corro…Nunca había caminado tanto en una carrera. Claro, era la primera de aventura que hacía.

¡Salimos a la calle de lastre!!!! Para solo cruzarla y meternos en montaña otra vez. “Pero si yo ví muchos carros parqueados” le digo a un compañero atleta. Me dice que ya casi llegamos. No, montaña era lo que seguía.

Pienso mucho en Rey y sus 50 k. Veo los rótulos que indican por donde va cada carrera. Pienso en que Adriana ya terminó sus 10 k y que no la ví en la salida. Vuelvo a pensar en Rey y esos 50 k…WTF?

Carros, muchos carros, ruido de la gente. ¡Había llegado!!!! Para cerrar con broche de oro hay que subir una cuesta con piedras y esa tierra roja resbalosa… Pienso que los de la carrera nos están vacilando y nos van a meter por montaña otra vez y para torturarnos nos hacen pasar frente al público. ¡Noooooooooo! ¡Había terminado! Ya no parecía tan duro todo lo vivido. “Señor, por dónde cojo” no, no era a Dios que le estaba preguntando qué hacer, es al mae que está medio dormido y lo quiero ahorcar porque pierdo dos segundos en la indecisión. Ya acostumbrada a no tener la exclusividad de los Ironmans y de un ultramaratonista como Rey; entro entre varias personas, veo mi reloj, empiezo a caminar, recojo mi medalla, mi Gatorade naranja muuuuy bien diluido y mi banano. Ya, eso fue, se acabó. Así de fácil.

Oigo que anuncian por parlante masaje deportivo con drenaje linfático.

“¿Para cuánto sale el masaje?” pregunto a las señoritas bajo el toldo. Mentira, no pregunté “para cuánto”.

“5,000 colones los diez minutos” me contesta Jenny.

“Deme 20,000 en masajes” le digo yo.

Faltaban varias horas para que arribara mi ultramaratonista.

Eso sería. You’re welcome.

 

18 de abril, 2014

 

 

 

 

 

 

 

3 comentarios en “Coco Run Meets The North Face ENDURANCE Challenge

  1. Monika dijo:

    Anormal, me reí con el cuento de la hamaca! Puede verte gesticulando y contándome todo esto mientras almorzamos en SAGA… Es como que fuera escrito para mí, no para Gaby Morales…. Love you!

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